¡Recorre el estuario del Loira!
Por tierra o por agua, descubre los 60 km del estuario del Loira, considerado uno de los más bonitos del planeta. Entre paisajes únicos alberga monumentos, espacios naturales, vestigios industriales y un buen número de sorpresas.
En barco
De abril a octubre, los cruceros de la compañía Marine et Loire navegan por el estuario. Existen diversas maneras, una de ellas es salir de Nantes con destino a Saint-Nazaire. Gracias a los comentarios de un guía profesional irás conociendo los secretos de la flora, la fauna y los pueblos que bordean el río, los elementos del patrimonio industrial y las sorprendentes obras de arte del itinerario Estuaire que jalonan el trayecto. Una vez llegados al destino, conocerás la ciudad portuaria los astilleros. Luego puedes volver en tren, en coche o con el mismo barco que te llevó. Ya verás cómo cambia el paisaje del río cuando sube la marea.
En coche
Puedes decidir salir de Nantes para ir a Saint-Nazaire por el lado Norte del estuario, o bien iniciar el camino en Rezé y avanzar por la ribera Sur. Lo mejor es hacer todo el bucle en un día. La carretera permite observar las obras de arte de la colección Estuaire como el péndulo gigante del pueblo de pescadores de Trentemoult, el Jardin étoilé (Paimboeuf), la Villa Cheminée (Cordemais), el Serpent de l’océan (Saint-Brévin-les-Pins)… También te cruzarás con puntos de interés patrimoniales y naturales como la insólita capilla de Bethléem (Saint-Jean-de-Boiseau), la Maison du port (Lavau) o las marismas Audubon y la Tour de Polom (Couëron).
En bicicleta
A partir de Nantes, las marcas de los itinerarios Vélodyssée y La Loire à Vélo se unen para bordear el estuario hasta el océano. Antes de poner rumbo a Saint-Brévin-les-Pins, tómate un poco de tiempo para observar las obras de arte contemporáneo que bordean el río en Nantes, como Les Anneaux de Daniel Buren, el sorprendente árbol Lunar Tree o la visionaria Station Prouvé. Después toma el itinerario dedicado a las dos ruedas y disfruta de paisajes con humedales, el canal de la Martinière, los pueblos de Indre, de Pellerin y de Paimboeuf. La llegada a las extensas playas de arena fina de la desembocadura constituye un momento mágico.