Anímate a hacer el recorrido de 85 km en bici por el camino de sirga que bordea el río Mayenne. Es una excursión de dos días durante la cual pasarás la noche en una de las tiendas de vivac montadas sobre pilares y preparadas para ello. Itinerario de ruta.
En la línea de salida…
En la parte inferior de la población de Daon, punto de salida de nuestra expedición, hay un mojón que sobresale entre la vegetación. Se halla junto al río y luce la cifra 85, que corresponde al kilometraje exacto que separa este punto de la ciudad de Mayenne. Esa es la distancia que recorreremos siguiendo el trazado que avanza paralelo a este famoso río. Es el camino de sirga más largo del país y desde el que antaño los caballos tiraban de las gabarras. Son dos días de recorrido que forma parte del itinerario Vélo Francette, que une Ouistreham (La Manche) hasta La Rochelle. La excursión huele a aventura y pasaremos la noche en una tienda vivac montada sobre pilones de madera. ¡Vamos para allá!
La aventura inicia en el camino de sirga
Las primeras pedaladas dejan atrás Daon, un pueblo situado en la frontera de las provincias de Maine-et-Loire y Mayenne, entre Laval y Angers. Los ciclistas tomamos la ruta en dirección al Norte, a la sombra de alisos, fresnos y sauces blancos. No se oye ni un ruido, a excepción del viento entre las ramas y el chapoteo de algunos barquitos que se deslizan por el río y la respiración de algunos ciclistas que se cruzan con nosotros. No hay que ser un ciclista profesional para hacer este trayecto. Aquí cada cual puede avanzar a su ritmo y decidir pararse cuando lo desee en alguno de los numerosos hoteles, casas rurales o habitaciones de huéspedes que jalonan el recorrido.
Château-Gontier, la joya de Mayenne
A lo largo del camino, aparecen majestuosos castillos junto al río. Nos acompañan al llegar a Ménil, un pueblo encantador con un bar campestre y una islita romántica ideal para hacer un picnic. Nos quedan 7 km y llegaremos a Château-Gontier. Muchos dicen que esta es la ciudad más bonita de Mayenne. Razones no les faltan. El majestuoso hospital Saint-Julien cuya silueta se recorta en el horizonte es una de ellas. Es de cajón dar una vuelta por la ciudad: el Convento de las Ursulinas es una joya arquitectónica con un claustro muy bonito o las calles adoquinadas del casco antiguo son otras de las razones. Llega el momento de volver a coger la bici.
Siguiendo la pista de las esclusas
El camino va revelando un entorno que transmite paz, alternando pastos y colinas. Nos cruzamos con un montón de pescadores esperando que pique una carpa, un lucio o un lucio-perca. Algunos kilómetros más lejos nos cruzamos con las esclusas de La Roche-du-Maine y de Neuville, junto a las que se hallan antiguos molinos. La esclusa de La Benâtre ha sido convertida en restaurante, precisamente llamado L’Escluse. En su terraza protegida por elegantes velas de sombra, Patrice sirve un plato del día económico preparado con productos frescos. Entre sus grandes éxitos destacan el cerdo rustido y las patatas fritas de la casa; la rémoulade de pato, huevo, mayonesa y chips de cerdo y las lasañas de pollo y champiñones. ¡Y si un ciclista le pide una tortilla, la casa se la prepara sin problemas!
Explorando los tesoros escondidos de Entrammes
Un poco más de ejercicio y llegamos a Entrammes, donde pasaremos la noche. Antes, nos entregamos a descubrir el lugar visitando la abadía de Notre-Dame-du-Port-Salut. En 1815, este monasterio fue el primero en renacer en Francia. Los curiosos pueden cruzar su pórtico para visitar la abacial del XIII, o incluso la capilla de la Inmaculada Concepción. Como anécdota, es el lugar donde los monjes inventaron el famoso queso Port Salut con el objetivo de conservar la leche que producían. Si os queda un poco de fuerzas, id al centro de Entrammes, a menos de dos kilómetros, en busca de un auténtico tesoro de la Antigüedad: las termas romanas que se hallan en un estado de conservación excepcional.
Una noche mágica en vivac
El día va acabándose y es el momento de tomar posiciones en nuestro vivac. Estamos contentos, aunque un poco cansados después de los 40 km pedaleados. Nuestro refugio es una tienda canadiense especialmente preparada y montada sobre pilones (18 € la noche). Tras subir la escalera, disfrutamos de un cómodo colchón doble y sábanas de un solo uso. Justo debajo hay una mesa de picnic y dos bancos, así como un espacio para las bicis. Para conseguir las llaves de este nidito de amor hay que ir al restaurante cercano llamado Le Halte d’Entrammes. Es absolutamente necesario reservar al teléfono 02 43 58 06 66 (Jean-Pierre). Este cocinero además os podrá preparar un plato para la cena de tipo colombo de caballa o brochetas de gambas que podréis saborear en la terraza del restaurante. Y luego, a la cama.
La visita de la “capital”
Al día siguiente, los rayos de sol que dan en la tienda nos despiertan suavemente. Una ducha rápida en el local anexo al restaurante. Estamos a menos de 10 km de Laval. Nos subimos a las bicis y al cabo de unos 10 minutos la vegetación va aclarándose: el anuncio de la entrada en el centro de la ciudad. La entrada es glamurosa: nos saludan el castillo renacentista y la fortaleza medieval. La capital de Mayenne tiene múltiples bellezas que pueden visitarse durante una pequeña escala: el casco antiguo (le Vieux Laval) y sus casas medievales, la catedral de Sainte-Trinité o el parque botánico de la Perrine, que alberga la tumba del famoso Aduanero Rousseau. Justo en frente, uno de los dos últimos barcos lavadero: el sorprendente Saint-Julien, clasificado monumento histórico. Su museografía permite sumergirse en su historia.
Una pausa bienvenida
Volvemos a los pedales tras este recreo urbano. Pedaleamos a buen ritmo. Por el camino desfilan el elegante castillo de Changé, el Puente de Pritz y su silueta futurista, los restos de la antigua fábrica de Rochefort… Más lejos, el Halte Fluvial de Montgiroux invita a recuperar el aliento gracias a su área de juego, un colmado y duchas, así como una lengua de hierba elevada que sirve para plantar las tiendas. También es un buen lugar para beber algo, recolectar gratuitamente tomates en el invernadero y, a veces, incluso asistir a un concierto. Al final de este breve descanso, seguimos subiendo río arriba, entre esclusas floridas, hostales y casas señoriales.
¡Llegada triunfal a Mayenne!
Al llegar a Moulay, los amantes de la comodidad podrán disfrutar con el espléndido hotel La Marjolaine, que se hallan junto al río y que dan la bienvenida a los ciclistas amantes de la vida en el castillo, ni que sea por una noche. El hotel dispone de un restaurante gourmet, piscina y spa. Los más fuertes no se detendrán en esta etapa con encanto sino que seguirán hasta Mayenne para terminar el itinerario. En la segunda ciudad de la provincia todo se organiza alrededor del castillo, erguido en el siglo X y que constituye una de las escasas residencias carolingeas aún en pie en el Viejo Continenete. Elegimos poner a prueba nuestras piernas por última vez y vamos a explorar las callejuelas empinadas del casco antiguo. Después de este paseo, nos queda solo realizar nuestra última tarea y quizá la más importante: celebrar nuestra hazaña. Para ello, vamos a la orilla opuesta, justo después de la Oficina de Turismo. Buscando bien en los muelles, encontraremos un pequeño mojón de piedra con la cifra 0. ¿Os recuerda algo? El ritual dice que hay que tomarse una foto ante el mojón con cara de felicidad. ¡Ya está, lo hemos conseguido!
Descubre La Vélo Francette